La junta directiva de una asociación debe ser acogedora con los nuevos miembros y debe aportar su experiencia, principalmente para reforzar las iniciativas que planteen los recién llegados. La escuela de padres, particularmente, debería ser la actividad estrella de una asociación de padres

Ni comían ni dejaban comer

Cuando Mercedes y yo llegamos a la junta directiva de la asociación de padres, nos encontramos con un núcleo muy cerrado de veteranos que ocupaban los cargos directivos desde hacía tiempo. Pero no era éste el problema fundamental, sino la falta de acogida hacia quienes, casi accidentalmente, como era nuestro caso, aterrizábamos en la junta. Algunos matrimonios asistían a las dos primeras reuniones y no volvían, dado que no encontraban receptividad a sus propuestas.

En el caso concreto de la escuela de padres se polemizó de la siguiente manera:

Los conferenciantes que concertábamos no recibían retribución económica, porque la junta de la asociación no quería financiar una actividad cuya asistencia era minoritaria. Alegaban que ellos financiaban las conferencias que se ofrecían a todos los padres del colegio. Rechazaban la explicación de que la escuela de padres se brindaba, al principio del curso, a todos los padres del colegio. Además, se admitían incorporaciones en cualquier momento del curso siempre que hubiera un compromiso de asistencia. A quienes organizábamos la actividad nos parecía necesario este compromiso de asistencia regular para conseguir la eficacia deseada.

Los conferenciantes que concertábamos no recibían retribución económica, porque la junta de la asociación no quería financiar una actividad cuya asistencia era minoritaria

Pero la cuestión no paraba ahí. A pesar de que no financiaban la actividad, cuando llegó la hora de justificar la subvención que recibía la asociación, insistían en que les entregáramos justificantes de gasto, porque si no tenían que devolver el dinero de la subvención. ¿Cómo vamos a entregar el justificante de un gasto que no hemos realizado? Además, toda nuestra forma de actuar, incluido lo relativo a las cuestiones económicas, estaba contemplada en la programación de la escuela de padres que no tuvieron a bien considerar, aunque les fue entregada para que hicieran las aportaciones que estimaran oportunas.

Aquellos y otros desencuentros hicieron que me retirara de la dirección de la escuela de padres, trabajando en un segundo plano. Era la única manera de superar lo que parecía una falta de aceptación hacia mi persona. No obstante, aquella junta directiva no colaboró nunca de manera determinante con la escuela de padres; lo cual es anecdótico, pero significativo.

Nunca terminé de explicarme la razón por la que el núcleo de veteranos de aquella junta directiva cuestionaban una actividad como la escuela de padres.

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