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Juan Pablo II, modelo de liderazgo

Aunque no era la primera vez que yo asistía a un encuentro con el Santo Padre, sí lo era con la responsabilidad a mis espaldas que conlleva el cargo que ocupo. Quien me conoce sabe que no me agradan los acontecimientos de masas, que no soy partidario de los vitoreos de gallinero; sin embargo, ese domingo, en la plaza de Colón, no corrían aires de vulgaridad.

 

Aunque no era la primera vez que yo asistía a un encuentro con el Santo Padre, sí lo era con la responsabilidad a mis espaldas que conlleva el cargo que ocupo. Quien me conoce sabe que no me agradan los acontecimientos de masas, que no soy partidario de los vitoreos de gallinero; sin embargo, ese domingo, en la plaza de Colón, no corrían aires de vulgaridad. No era el fanatismo religioso lo que nos congregaba sino la figura de un Hombre que continuamente nos transmite con su ejemplo multitud de virtudes. Que actualiza y nos hace presente el mensaje de Cristo. Desde el lugar donde me encontraba pude ver, a corta distancia, cómo bajaba por sí mismo las escaleras del vehículo, cómo lo pasaban a la sacristía sobre una pequeña plataforma con ruedas, pero Él iba de pie, erguido en su vejez. Pude ver el contraste entre su debilidad física y su fortaleza de voluntad.

       
      Juan Pablo II, modelo de liderazgo para los dirigentes de CONCAPA
     

Los miembros de CONCAPA debemos ser convincentes dando ejemplo con nuestra actitud. El afán desmesurado de protagonismo no es una característica del líder, cierra puertas a la participación y siempre nos deja personalmente insatisfechos. El Papa no es protagonista.

La visita del Papa ha provocado un efecto inmediato y es que los católicos hemos sacado pecho. Porque, a veces, somos huidizos de nuestra confesión. Las proclamas intolerantes sobre un Estado laico y aconfesional no deben apabullarnos. Los católicos, a nivel personal u organizados, podemos ir con la cara bien alta. Ese liderazgo que ejerce el Papa no sólo debe convocarnos a su encuentro; nos invita y nos estimula a que seamos líderes de la sociedad civil, sin la cual no tiene razón de ser la democracia.

Pero el liderazgo de este Papa no es sólo una imposición divina, se lo trabaja día a día. Con su palabra y con su ejemplo, pero también con su presencia entre nosotros. Los dirigentes de nuestra organización, desde las APA,s hasta la Confederación Nacional, estamos llamados a ejercer este liderazgo al que nos invita el Papa. Al igual que Él, debemos estar cerca de nuestra gente, debemos ser insistentes en este acercamiento. Y de la misma forma que hace el Santo Padre, nuestro mensaje ha de ser claro; lo cual precisa que el líder lo tenga claro. Más allá de la actividad rutinaria de una organización como la nuestra tendríamos que ser conscientes de que estamos llamados a ejercer una responsabilidad social. A formar opinión pública. A abrir luz en el criterio de los ciudadanos, tan bombardeados por mensajes contradictorios, de argumentación pobre, mensajes interesados que nos dirigen hacia la mediocridad.

Es cierto que declarar públicamente nuestra confesión nos compromete. Sin embargo, el ejemplo y el mensaje del Papa es claro y contundente. Seamos buenos, caminemos hacia la santidad y no tendremos reparos en publicar que la nuestra es una organización católica porque sus miembros, con los dirigentes a la cabeza, se ocupan en practicar la bondad, la coherencia vital. Los miembros de CONCAPA debemos ser convincentes dando ejemplo con nuestra actitud. El afán desmesurado de protagonismo no es una característica del líder, cierra puertas a la participación y siempre nos deja personalmente insatisfechos. El Papa no es protagonista, si acaso el protagonismo lo consigue al impulsarnos a nosotros a que lo asumamos.

La voz, el mensaje y el ejemplo del Papa nos apremia a que estemos unidos en el esfuerzo. Instrumentalizar a las personas o a las organizaciones, aunque sea persiguiendo intereses legítimos, nos paraliza, nos enfrenta y desvirtúa el papel que estamos llamados a desempeñar. Políticos, titulares, directores, profesores, alumnos, párrocos, jerarquía eclesiástica junto a los padres y los padres junto a todos ellos. El Santo Padre nos está anunciando con todo su ser que, más que nunca, es necesaria la unión colaboradora en la autonomía. Todos nos necesitamos y todos somos necesarios, pero debemos conocernos, escucharnos e interesarnos por los demás.

El mensaje del Papa es, además, un mensaje de caridad, de amor a los demás. Cuando nos invita a proponer las ideas y no a imponerlas está dando en la clave para que logremos nuestra felicidad. Esta es también la clave que nos asegura el futuro de nuestra organización y las fructíferas relaciones con todos los sectores que nos acompañan en la misión. Las discrepancias son necesarias y enriquecedoras pero ninguna razón es suficientemente buena para justificar una enemistad. El ejemplo de serenidad, equilibrio y paz de espíritu que el Papa nos da es la mejor referencia para un dirigente. Después de este encuentro no soy quién para animaros en el esfuerzo, Él lo ha hecho mucho mejor. En nuestras manos está la construcción del futuro.

 

 

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